La idea de un underground en el cual bulle la vida que falta en la superficie del mundo apócrifo, tal y cual se expresará en un futuro próximo, se complementa con la noción de un pronto caos, el cual derivará en una oportunidad para instaurar los principios del cambio. Decadencia, desorden, incertidumbre, son el caldo de cultivo en el que germinan tentadoras visiones de esperanza. Perocada culto define su iglesia... La nueva comunidad queda definida en torno de aquellos que repudian, aunque sea simbólicamente, el orden de las cosas, la normalidad. Esto sólo es posible a través de un rechazo del pasado, su herencia, las tradiciones, y un desprecio por la fisonomía del presente, mientras se sitúa en el futuro la posibilidad, genealogía y fenomenología de cualquier posible cambio. El movimiento hippie, el punk, la movida apocalíptica situacionista, de estrechas relaciones con el anterior, los sueños de liberación revolucionaria, todos estas corrientes han establecido similares decálogos de principios fisonómicos. Sin embargo no se trata de los únicos. Los profetas del cambio social se encuentran también en los reductos del pensamiento conservador tradicional. El Freedom Congress, los escritos de Fukuyama, las apologías de terrorismos futuros de tipo Terminator, delinean expresiones posibles de este registro. No menos contra culturales que los anteriores, también delimitan el espacio simbólico a través de sus respectivos decálogos.
La visión centralizadora tradicional se está convirtiendo en una cosa del pasado. La noción de Estado está sufriendo una mutación radical... Mientras que los políticos se debaten con la herencia de la Historia, una nueva generación, liberada de los viejos prejuicios, emerge del paisaje digital... La tecnología digital puede ser una fuerza natural que atraiga a la gente a una mayor armonía mundial. A través de esta reveladora frase de Nicholas Negroponte, gurú y profeta de las nuevas tecnologías, es posible acceder a una apretada síntesis de las modalidades del discurso globalizador hoy en boga.
En primer lugar encontramos la idea de un quiebre histórico, con sus consecuentes fines e inicios. En el pasado queda la visión centralizadora, el Estado, la Historia, los prejuicios, susceptibles de ser vistos como la sustancia misma de toda ideología, el viejo mundo.
Esta pretensión no es novedosa. Todo nuevo discurso pretende instalarse dando a entender que las viejas nociones que servían para entender el mundo ya no pueden cumplir su función. En la clasificación de aspectos estructurales que Compagnon hace de la modernidad, encuentra esta continua búsqueda de diferenciación y aprecio per se de lo nuevo, el novum que como irrupción trascendente debe modificar un entorno susceptible de ser caracterizado como estancado o atrasado. Desde el posmodernismo acuñado por Rubén Darío ha corrido mucha agua bajo el puente, pero eso no ha impedido que las sucesivas oleadas de recambio en las modalidades discursivas pretendan instalarse apuntando a la inicial opacidad de un mundo refractario a todo cambio. El marxismo soviético, el surrealismo, la sociedad de Mont Pèlerin en lo referente al pensamiento económico y el Congreso para la Libertad de la Cultura –Raymond Aron, Daniel Bell, Seymour Martin Lipset entre otros- en lo atinente a la reflexión social , la generación beat y el movimiento hippie, entre otros, han pretendido instalarse como contraculturales, decididamente opuestos a las formas instauradas de regulación de lo social. En sus momentos iniciales cada uno de estos intentos rupturistas reclamó el derecho a dar por finalizada una era, a través del reconocimiento de uno o dos supuestos vectores decisorios. Al igual que en el presente, ocupando el lugar de la conectividad y la información, en los años sesenta las palabras clave eran des-industrialización y liberación, como formas de mostrar posibles desenganches con respecto a los discursos instituidos. Estos discursos se volvían sumamente movilizantes en la medida que lograban mostrar un sendero de acción para una época turbulenta. La profusión de profetas y voces autorizadas iba de la mano de la difusión de un próximo cambio cultural y social, de dimensiones cuasi apocalípticas, para el cual sólo una pequeña comunidad, formada a través de ritos iniciáticos y búsquedas diferenciadoras sustantivas, estaba preparada.
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